Problemas, necesidades y posibilidades de intervención en la renovación del partido y su vínculo con el movimiento obradorista y los sectores populares.
1 Los autores son integrantes de la Unidad de las Izquierdas desde su creación y fueron parte de la coordinación de su periódico “Defensa 4T” y de su revista “Unidad. Voces desde la izquierda”, además de miembros fundadores de Morena y delegados a su primer Congreso Nacional. Arturo fue, en su juventud, militante de la izquierda revolucionaria y dirigente sindical universitario, además de profesor de la UNAM y de la Universidad Autónoma Chapingo, mientras Tere es sindicalista y profesora de la UNAM, además de integrante del Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente los dos son coordinadores de la sección mexicana de la coalición sindical internacional COCAL y autores de varios libros y artículos sobre la izquierda y la realidad nacional e internacional.
Poco podremos hacer para ofrecer opciones realistas y viables a la recuperación del sentido fundacional de Morena y de su reestructuración efectiva, si no logramos arribar a una adecuada interpretación de los procesos históricos que han marcado el rumbo en la reactivación de la izquierda en todo el mundo y en México en los últimos tiempos, procesos que se inscriben en el contexto que, a partir de la segunda mitad de la década de los setenta y principios de los ochenta, se impuso como efecto generalizado de la globalización y el neoliberalismo, y que repercutió en las formas asumidas por la producción capitalista y sus expresiones económicas, políticas y culturales, así como en los ajustes que sufrió el proletariado, entendido en sentido amplio, al modificarse sus condiciones objetivas de vida y de trabajo, su identidad, su conciencia de clase y sus modos de organización y lucha en todo el planeta.
Ante la derrota histórica (pero nunca definitiva) y la pérdida de centralidad de la clase obrera industrial, los partidos socialistas, nacionalistas y populares de izquierda, lo mismo que las organizaciones de obreros, campesinos y otros sectores, entraron en dinámicas de debilitamiento estructural y confusión ideológica y política, que contribuyeron a fortalecer el dominio del proyecto económico y político del neoliberalismo y de sus proyecciones en la cultura y el sentido común de las sociedades. Por eso, en los decenios iniciales del nuevo siglo surgen, de manera incipiente y errática, propuestas diferentes que intentan renovar la visión, el discurso y la práctica política de la izquierda militante y social, especialmente en América Latina, aunque también con menor claridad en la Europa mediterránea y en el mundo anglosajón (Estados Unidos e Inglaterra); desde entonces se viene dibujando una trayectoria exitosa de la izquierda renovada paralela al estancamiento de los modelos organizativos y los programas políticos tradicionales que la definieron en el siglo XX.
Idea y concreción del partido-movimiento como alternativa de la izquierda.
Si bien es necesario abundar en explicaciones más acabadas y precisas sobre el concepto de partido-movimiento, con base en las experiencias reales que se han desarrollado con mayor o menor éxito en el mundo y a partir de los rasgos más significativos que las han caracterizado, podemos ya identificar algunos elementos centrales de su perfil identitario como es, en primer lugar, la forma de articulación de la estructura partidaria con el movimiento social y político que le da sustento, constituyéndose lo que se conoce como el “instrumento político” (y electoral representativo) de una expresión social y política organizada de sectores ciudadanos que no evoluciona directamente a la forma más dura de partido, pero que tampoco se estanca en el laxo, particularista y muchas veces efímero modelo del movimiento social típico (estudiantes, pobladores, indígenas, mujeres, solicitantes de vivienda, ecologistas, jóvenes, etcétera).
Por otro lado, al desvanecerse relativamente el esquema predominante en la lucha de clases del capitalismo actual (es decir, de la confrontación del proletariado contra la burguesía, donde la alianza obrero-campesina era el puntal de la vanguardia revolucionaria), como resultado de la terciarización de las economías que redujo el peso de los sectores primario (agricultura, minería) y secundario (industria, manufactura) e hizo crecer exponencialmente al sector de servicios (comercio, banca, salud, educación, gobierno, etcétera), tendencia que se seguirá acentuando gracias a la acelerada y extensiva automatización, a las revoluciones científicas y tecnológicas y al desarrollo intensivo de la Inteligencia Artificial, las condiciones de existencia, laborales y de resistencia organizada del “nuevo proletariado” o mundo del trabajo del siglo XXI, se vuelven ajenas a las tradiciones organizativas del pasado, tanto en el terreno social como en el propiamente político.
Por lo tanto, se ha vuelto primordial que el espíritu crítico y las capacidades políticas que contienen la izquierda y el sujeto histórico plasmado en ese nuevo proletariado de rostros múltiples, no se pierda en el desgaste que provoca la reiteración de las formas obsoletas de tipo corporativo y clientelar o de la rigidez organizativa de los aparatos verticales de participación política subordinada. En esta lógica, todo indica que la modalidad del partido-movimiento es mucho más flexible y dúctil para las necesidades adaptativas del ciudadano del mundo contemporáneo que se perfila en una identidad compuesta y cambiante (uno es obrero o productor agrícola, pero también responde a un origen étnico, a una pertenencia de género y de diversidad sexual, a un estrato demográfico generacional o a un grupo comunitario específico), sin embargo, también requiere mantener una coherencia mínima entre sus fundamentos ideológicos y políticos y su definición programática, por un lado, y la intervención práctica que alimenta la participación directa de las bases, las militancias y las direcciones en los distintos espacios de la lucha política nacional.
Esta opción orgánica que abre rutas paralelas y articuladas para la actuación diferenciada y concomitante de los cuadros políticos y las masas populares diversas, no deja de considerar las razones inmediatas y de fondo que mueven la conciencia de los sujetos sociales reales y norman su proyección personal y colectiva en el campo de la acción política, es decir, los intereses de supervivencia y realización con los que lidian al incorporarse a alguna forma de resistencia frente a la agresividad del capitalismo salvaje y de la globalización neoliberal. Así, la izquierda renovada y asentada (sin sentimientos de culpa y de excesiva melancolía por un pasado idealizado que no retornará) en el curso de la historia viva que hoy marca el rumbo de la confrontación con las estructuras de dominación del capitalismo contemporáneo y de las oligarquías nacionales supeditadas al imperio estadunidense y sus lacayos del Norte global, requiere apelar a la sabiduría y la experiencia acumuladas en dos siglos de revolución social y democratización política; lo cual implica romper las ataduras ideológicas con un pasado congelado y ponerse en contacto con las dimensiones individuales y gregarias que actualmente moldean la conducta de la gente y sus inquebrantables manifestaciones comunitarias.
Morena no debe ni puede rehacerse en los estrechos moldes del partido militante o del aparato burocrático y corporativo del siglo XX, ni tampoco abandonarse al caos orgánico y la dilución ideológica y programática que se corresponde con la imposición de las cúpulas partidarias y gubernamentales (sobre todo a nivel estatal) en la toma de decisiones y en la construcción de las instancias locales, que tienden a identificarse y comportarse como las únicas fuentes de autoridad, muy por encima de lo establecido en los estatutos y reivindicado por el movimiento legitimador de millones de ciudadanos comprometidos con la 4T. Pero no basta ahondar la crítica declarativa y los llamados a la cordura de quienes se han convertido en “dueños y señores” del partido, sino que se necesita diseñar, en el interior de la Unidad de las Izquierdas y de otros agrupamientos semejantes, estrategias de acción y trabajo de base para convocar a y delinear los ejes de una red de convergencia democrática renovadora de Morena (toda vez que no son legales las corrientes políticas en el partico de acuerdo con sus estatutos), postulando algunos principios medulares y una perspectiva de desarrollo estratégico que se extienda más allá de los confines del aparato partidario y del propio movimiento obradorista, para enlazarse con otras agrupaciones de militantes y organizaciones sectoriales afines.
De la Red de convergencia democrática renovadora en Morena al Frente Nacional de las Izquierdas.
Si bien hoy no existe una opción viable para la reorganización de la izquierda mexicana completamente al margen de Morena y de la 4T, salvo los consuetudinarios grupúsculos marginales, lo cierto es que sí se puede dibujar una línea estratégica que ponga el acento en la superación de los problemas nodales del partido y que privilegie (por encima de la disputa por candidaturas y espacios de dirección, aunque sin renunciar del todo a este propósito) la inclusión activa de los sectores del movimiento de base, así como el compromiso y la vinculación con las organizaciones sectoriales y los grupos políticos análogos que siguen fuera de la aureola de Morena y del movimiento obradorista. Esto permitiría, por una parte, ejercer presión al interior del partido para incentivar su renovación y aumentar el peso de las propuestas más consecuentes con los principios y el espíritu fundador del proyecto, a la vez que se incrementaría la participación desde abajo y con otros protagonistas de la lucha contra el neoliberalismo y el capitalismo; de esta manera, sin propiciar la fuga de la militancia más avanzada fuera de Morena o abundar en las dinámicas de caos y falta de participación real, se podría incidir en un cambio del pasmado equilibrio que hoy parece favorecer a las tendencias menos consecuentes y más arribistas.
En consecuencia, conviene transitar por una vía de doble carril que se orienta a la recomposición de las estructuras del partido-movimiento mediante la activación de las bases, junto con la incorporación de otros núcleos organizativos a la lucha principal por la continuidad y profundización de la 4T; vía que puede florecer y abrir el campo de intervención efectiva de la izquierda mediante el impulso de dos modalidades de acuerpamiento: A) en primer lugar la Red de Convergencia Democrática Renovadora, más enfocada en la reestructuración de Morena y en la proyección de un programa político refundador con una línea clara de izquierda renovada en los espacios internos del partido y del movimiento de base; y B) en segundo lugar el Frente Nacional de las Izquierdas, que asumiría el reto de aglutinar diversos referentes de la izquierda histórica, política y social que aun poseen un importante potencial de contribución práctica al objetivo común de la transformación social y política del México del siglo XXI desde la mirada popular, bajo el marco de la 4T y la alianza con Morena o su incorporación partidaria para modificar la correlación de fuerzas en su seno.