Las llamadas operaciones psicológicas se encuentran encuadradas en el marco del menú de acciones que han de llevarse a cabo en el cuerpo general de la contrainsurgencia, tal como el militar francés teórico de la contrainsurgencia David Galula lo plantea. Para el caso de México, durante la llamada “Guerra sucia”, en realidad guerra de exterminio practicada minuciosamente contra el movimiento armado revolucionario, pero también y de forma extendida contra el conjunto de las luchas sociales y políticas opositoras, la inmensa mayoría de las cuales se expresaba por medios abiertos y pacíficos, las operaciones psicológicas fueron parte central del asedio del Estado que básicamente apeló al uso de la prensa cooptada, diarios, revistas, cadenas radiofónicas y la televisión.
En su capítulo final, el libro de clásico de Galula “Guerra de Contrainsurgencia. Teoría y Práctica”, afirma que el proceso de planificación contrainsurgente está dividido en ocho fases:
Quién no aprueba la verificación, ya que incapaz o corrupto debe ser expulsado; la organización de un partido político nacional contra la insurrección. Finalmente, la fase final consiste en ganar a los últimos insurgentes (incluso mediante el otorgamiento de una amnistía) o eliminarlos físicamente.” La importancia que Galula concedía al factor político (que ya desde el siglo XIX había destacado Carl Von Clausewitz) se enfila a proporcionar legitimidad a la contrainsurgencia destruyendo la del enemigo revolucionario, en lo cual las operaciones psicológicas juegan un papel central.
En forma intensiva, los medios se ocuparon de una campaña permanente enfilada a desprestigiar a los movimientos opositores al régimen divulgando mentiras y verdades a medias. Movimientos sociales y políticos fueron presentados como parte de una “conspiración comunista internacional”. Las mentiras, exageraciones y omisiones informativas fueron expedientes cotidianos en esta guerra declarada por el Estado mexicano contra el movimiento democrático-popular, el sindicalismo insurgente, los movimientos estudiantiles y campesinos y toda manifestación ciudadana de inconformidad.
La fiera campaña desinformativa emprendida en su momento contra el gobierno del presidente López Obrador, ahora dirigida a la presidenta Claudia Sheinbaum y su gobierno, aunque en formas diferentes, conservan la misma orientación de las operaciones psicológicas contrainsurgentes doctrinariamente inspiradas en las “recomendaciones” del jefe de propaganda del régimen nazi Joseph Goebbels, retomadas en versiones adaptadas a circunstancias específicas por los teóricos de la contrainsurgencia franceses, británicos y estadounidenses. Goebbels afirmó: “Si dices una mentira el tiempo suficiente, se convierte en verdad”. Cito en particular el llamado Principio 4 de la propaganda goebbeliana: Principio de la exageración y de la desfiguración. “Este principio prevé que todo error del otro ha de ser aprovechado de forma inmediata. Para ello se procedería a desdibujar su relevancia y su alcance, de modo que pareciera un suceso mucho más grave o negativo (para los propios intereses) de lo que realmente es. Se buscaría trazar amenazas en casi cualquier acto que el enemigo llevara a cabo, incluyendo aquellos a los que solo se les pudiera atribuir importancia anecdótica o circunstancial. En este supuesto no se caricaturizaría a los individuos o grupos, sino a su forma de comportarse, cerrando así el círculo malicioso de la demagogia.” (Fin de la cita) La infodemia enfilada persistentemente contra el gobierno de México cumple estrictamente este principio encaminado a exagerar y desfigurar, según se manifiesta en el cuerpo de la campaña mediática que llamo contrainsurgente, en tanto mantiene el propósito de generar un estado de animadversión contra un gobierno que ha puesto límites al intervencionismo estadounidense y ha reivindicado la soberanía nacional apoyado en la movilización popular.
Política e ideológicamente estamos obligados a presentar con la mayor claridad al pueblo de México la naturaleza contrainsurgente, contrarrevolucionaria, de la campaña de los medios controlados por el gran capital y el imperialismo poniendo al descubierto su filosofía y metodología, incluyendo los contenidos de “entretenimiento”, como señala el cineasta francés Guy Debord en su libro “La sociedad del espectáculo” (1967): “Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos.” “Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación. El espectáculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante”.
En su sentido más profundo, la guerra mediática contrainsurgente es propaganda revestida de la exageración y desfiguración del espectáculo. Tiene el claro objetivo político de generar la percepción social de fracaso del gobierno de México y generar una corriente de opinión favorable al injerencismo imperial estadounidense. Tarea estratégica de Unidad de las Izquierdas, junto al movimiento de transformación de la vida de México y la lucha de los pueblos del mundo es contribuir a construir la conciencia social que demanda la tarea de transitar a una sociedad justa.