Cada vez que la dinámica política transformadora se acelera en una nación y conmociona a su pueblo, el ritmo de los tiempos suele adquirir impulsos y reacomodos agudos que alteran la percepción que de lo social tenemos, obligando a quienes nos identificamos con la mirada profunda y el compromiso histórico de la izquierda, a abrir nuestro pensamiento y aguzar la intuición política para encontrar caminos nuevos y definir estrategias eficaces de intervención democrática y revolucionaria. Por eso, al caracterizar la realidad nacional que experimentamos en México, volvemos a refrendar los principios del “análisis concreto de la situación concreta” (con el concurso de los sujetos concretos que somos), atribuido al genio revolucionario de Lenin, y del “optimismo de la voluntad ligado siempre al riguroso escrutinio de la inteligencia”, de origen gramsciano.
Como nunca antes, cuando menos en el lapso de vida experimentado por las generaciones actualmente presentes en México, hoy somos testigos y a la vez protagonistas, de una transición gubernamental distinguida por la armonía funcional, la estabilidad institucional y la gran legitimidad que el proceso electoral le otorgó, en términos democráticos, a la designación de Claudia Sheinbaum como presidenta, dando lugar a una muy prometedora coyuntura política de continuidad y desarrollo de la 4T. Más allá de algunos designios y análisis arbitrarios e interesados, el escenario económico y político de México, reconocido incluso a nivel internacional, es inmejorable en el corto plazo y sólido en el mediano, no obstante la incertidumbre que ensombrece el contexto mundial y el muy próximo arribo de Trump a la presidencia de Estados Unidos.
1 Arturo Ramos es integrante de la Unidad de las Izquierdas desde su creación y fue parte de la coordinación de su periódico “Defensa 4T” y de su revista “Unidad. Voces desde la izquierda”, además de miembro fundador de Morena y delegado a su primer Congreso Nacional. Fue, en su juventud, militante de la izquierda revolucionaria y dirigente sindical universitario, además de profesor de la UNAM y de la Universidad Autónoma Chapingo. Actualmente es coordinador de la sección mexicana de la coalición sindical internacional COCAL y autor de varios libros y artículos sobre la izquierda y la realidad nacional e internacional.
Desafíos objetivos y acciones estratégicas del gobierno actual.
Podemos estar de acuerdo en que no se debe rectificar o flaquear en la línea de acción encaminada a consolidar el bienestar de las mayorías populares y el fortalecimiento de la rectoría económica del Estado, lo cual se atiende tanto con la aprobación de leyes y de reformas constitucionales por parte del poder legislativo como a partir de la reivindicación y aplicación de los programas sociales ampliados y actualizados, la reorganización del gabinete, el manejo presupuestal y la adecuada orientación de la inversión pública en los proyectos insignia y en la obra pública en general, impulsados por la primera presidenta en la historia de México.
Así, no parece haber elementos extraños que pudieran provocar la involución del proceso de transformación iniciado por Andrés Manuel López Obrador, y se prevé que algunas iniciativas sustanciales del nuevo gobierno remarquen este rumbo en favor de un desarrollo nacional justo e independiente, y de las necesidades y aspiraciones más sentidas de nuestro pueblo. Entre estas medidas se vislumbran ejes como el impulso de los trenes a lo largo del territorio nacional; el renovado apoyo al campo y a la producción de alimentos; el despliegue de un plan inédito de construcción masiva de viviendas; la aplicación combinada de la transición a las energías limpias y el reforzamiento de la soberanía sobre los recursos energéticos y naturales en general; la promoción de la inversión extranjera y privada (la “relocalización de capitales”) en regiones estratégicas, pero bajo el principio del interés público y del respeto a nuestro marco legal; o el mantenimiento de la racionalidad y el reordenamiento de las políticas fiscales; pero igualmente la continuación de la recuperación del empleo, el ingreso y las pensiones de los trabajadores; la disminución de la economía informal; el respaldo a la educación de todos los niveles con financiamiento, becas y creación de nuevas instituciones; el afianzamiento del sistema de salud con el firme impulso del IMSS-Bienestar y el mejoramiento del IMSS, el ISSSTE y demás organismos públicos; etcétera; ejes estratégicos donde el papel del Estado es central y determinante.
Por otro lado, adicionalmente a los disturbios con que impactan en la economía mundial las guerras y la crisis múltiple (climática, energética, alimentaria, sanitaria, financiera y del régimen democrático formal), que no dejarán de afectar en alguna medida el buen desarrollo de nuestro país, la llegada de Trump a la Casa Blanca tendrá efectos disruptivos reales en la relación de México con Estados Unidos, pues, a pesar de que no es materialmente posible que pongan en práctica todas las medidas anunciadas contra el interés nacional de los mexicanos (en particular en lo referente a las deportaciones, los aranceles y el intervencionismo directo en las políticas de seguridad), lo cierto es que si es previsible que algunas operaciones efectivas del gobernante republicano obligarán al gobierno de Claudia Sheinbaum a destinar grandes recursos públicos y realizar acciones de gran impacto en la incorporación al trabajo de los migrantes retornados y a la reorientación de parte de la producción nacional hacia el mercado interno y otras opciones internacionales.
Sin embargo, creemos que, si se hace una labor inteligente y se preserva el espíritu de la 4T, al mismo tiempo que se refuerza el pacto nacional con todos los sectores, pero sin claudicar en los objetivos fundamentales del proceso transformador, se podrá responder adecuadamente al desafío que esta situación representa. Mientras tanto, es importante que no se permita a las figuras públicas de Morena y de sus aliados en el Congreso de la Unión, en las legislaturas estatales y en las gubernaturas, que antepongan intereses de grupo o arrebatos personales sobre la necesidad apremiante de la unidad y la consagración de las grandes metas nacionales en la labor de todos los servidores públicos y los representantes electos.
A este favorable panorama para el despegue de una nueva etapa de la cuarta transformación (2025-2030), sin duda deberá acompañarlo la atención a problemas medulares como la seguridad y la paz social, la revisión de los impuestos a las grandes ganancias para incrementar los recursos fiscales del Estado, la estabilidad y seguridad de amplios grupos de trabajadores todavía excluidos del derecho a una vida digna, el reordenamiento de las políticas migratorias, o la promoción de formas más efectivas de democracia participativa para empoderar y organizar a los sectores populares y a la ciudadanía en general. Por supuesto, si bien la activación de las bases sociales de la 4T, de las organizaciones sectoriales y de los movimientos sociales, fundamentalmente debe ser obra de sus integrantes, es aceptable y útil un papel tutelar limitado del Estado en este ámbito, que promueva y abra las rutas oficiales de intervención autónoma a través del diálogo y la concertación democrática sin anular la iniciativa y la responsabilidad de la gente.
La izquierda histórica, y todos sus ramales dentro y fuera de Morena, está llamada a jugar un papel cada vez más determinante, tanto en la definición de objetivos estratégicos y metas centrales del proceso de transformación como en la conjugación del esfuerzo reorganizativo propio y de la sociedad, de tal manera que el impulso transformador se coloque, en el corto y mediano plazo, en una perspectiva de transición acentuada hacia un Nuevo Estado social con tintes plebeyos que abra, en el largo plazo, disyuntivas viables a una alternativa de socialismo democrático en nuestro territorio. Esta tarea es indispensable e ineludible, pero carecería de futuro y de pertinencia política si se imaginara fuera del curso que ha marcado el pueblo mexicano en estos años de organización y movilización social bajo el liderazgo de AMLO y de su ejercicio de gobierno como presidente, lo que nos obliga a diseñar vías de diálogo, compromiso y acción caracterizadas por una visión prospectiva de largo alcance.
Contribuciones políticas de la izquierda y de la UI en el proceso de la 4T.
En una perspectiva de reorganización de la izquierda dentro y fuera de Morena bajo el marco de continuidad y reforzamiento de la Cuarta Transformación, que se adscribe al apoyo de las políticas del gobierno de Claudia Sheinbaum y al trabajo de las representaciones de Morena en el Congreso de la Unión y en las legislaturas y los gobiernos estatales (con el espíritu crítico y el compromiso histórico que caracteriza a la izquierda histórica y en particular a la UI), necesitamos formular con precisión, más que algunos principios generales reconocidos por todos, los objetivos estratégicos del periodo fundador de la 4T (2018-2030) como son: 1) la democratización y recomposición del Estado como rector de la economía y la política nacional, y la definición estructural de su carácter social o de bienestar en un proceso de transición hacia un Nuevo Estado Social con tintes plebeyos; 2) la recuperación de la orientación del desarrollo nacional con justicia social, independencia y soberanía, acorde con la realidad del siglo XXI; 3) la reorganización y el empoderamiento político creciente del pueblo trabajador a través del partido-movimiento y de la refundación de sus expresiones orgánicas autónomas; 4) el desarrollo de una línea de cambio cultural y del sentido común dominante en correspondencia con la identidad múltiple y la conciencia de clase del mundo del trabajo, y con el sentido histórico de los pueblos originarios y las comunidades populares; 5) la solidaridad y la acción unitaria internacional con los pueblos, las naciones y las expresiones de la izquierda consecuente en todo el mundo; y 6) la revisión teórica e histórica del pensamiento revolucionario y la renovación de las vías al socialismo democrático del siglo XXI.
Esta puede ser una contribución realista y viable para la apertura de caminos en Morena y en el movimiento social más amplio, bajo el marco de la 4T y del contexto nacional y mundial vigentes; pero, como ha quedado demostrado por la historia y por la larga marcha de la izquierda en México y en el mundo, las propuestas programáticas concretas siempre deben ser acompañadas por la efectividad práctica de los contingentes organizados que la izquierda renovada actual sea capaz de convocar y fomentar; tareas en las que la UI puede colaborar si asumimos el compromiso con la realidad dinámica y compleja que nos ha tocado vivir, y con el esfuerzo inteligente y eficaz que sabemos llevar a cabo en la creación teórica e interpretativa de la realidad concreta y en la práctica política, siempre junto a nuestro pueblo y sus necesidades inmediatas y de largo plazo.