ROSALIO GONZALEZ, MESA 2, TEMIXCO MORELOS.
Situación actual de la economía mexicana como la del mundo, es de bajo crecimiento; no se puede negar. Quedaron atrás épocas cuando el crecimiento era igual o mayor al 4 por ciento; lleva tiempo, desde que los neoliberales llegaron al poder. Con todo, en la actualidad, el estado de salud de nuestra economía es sana: inflación controlada, no sobrepasa ni de cerca, los dos dígitos; el tipo de cambio si bien es cierto, recientemente ha caído frente al dólar, las finanzas que lo sostienen son fuertes: las reservas internacionales crecieron poco más del 20 por ciento de 2017 a 2023, al llegar en este año, a 212 mil 762 millones de dólares. Las remesas de nuestros paisanos aumentaron en 120 por ciento al colocarse en 63, 313 millones de dólares en 2023 respecto a 28,771 en 2017. En tanto, la inversión extranjera directa creció 21.4 por ciento, respecto el año anterior, se colocó en 36 mil 58 millones de dólares. El déficit público ha estado en un comportamiento promedio del 3 por ciento respecto al PIB. Sin embargo, no ha presionado ni al endeudamiento, ni la inflación. Los inversionistas extranjeros confían en México; en tanto, las exportaciones crecieron un 44 por ciento entre 2017 2024. La economía pese a su débil crecimiento esta fuerte, estable y si no crece en más, se debe a las inciertas expectativas mundiales.
Con todo, el crecimiento económico es un objetivo necesario. Se estima un crecimiento entre 2 y 3 por ciento, para 2025. Es indispensable, porque se trata de generación de riqueza y sin ella, no hay que repartir ni forma de sostener el desarrollo. Sin embargo, crecer no es suficiente; se requiere más, lo que suele denominarse desarrollo. Desde la heterodoxia debe uno preguntarse. ¿A partir de qué? Para qué? y, Para quién?.
¿A partir de qué? Es decir, qué sectores impulsar o estimularan el crecimiento: que haya mayor cantidad de bienes y servicios disponibles para todos y no sólo para unos cuantos. ¿Para qué? Qué tipo de bienes y servicios serán más disponibles ¿Para quién? para que sectores sociales habrá mayor cantidad de bienes y servicios y que tanto estarán disponibles.
Las preguntas vienen a cuenta, porque no se trata de crecer por crecer, sino a costa de qué?
¡Crecer a partir de las meras exportaciones (demanda externa) o del consumo interno (demanda interna)? Cada una tiene sus precedentes, sus componentes, beneficiarios e impacto en la creación de riqueza y por supuesto, sus respectivos riesgos.
La economía mexicana después de la Segunda Guerra Mundial decidió industrializarse y para lo cual, se recurrió a la estrategia del mercado interno sustentado en el consumo nacional, a fin que este consumo pudiera expandir la naciente industria.
Este crecimiento cuyo cúspide se encuentra en el desarrollo estabilizador formó una clase media que en lo político fue el apoyo al régimen posrevolucionario. Sin embargo, precarizo a los campesinos y dio pie a la migración a las ciudades, contribuyendo con ello a la formación de cinturones de miseria; en consecuencia, la miseria no se quedó en el campo, también migró a la ciudad de una forma más desgarradora e impactante.
Este estilo de crecimiento evidencia su fracaso en 1976, cuyo indicador más palpable fue la devaluación de ese año, al pasar el valor del peso frente al dólar de 12.5 a 22 pesos Una devaluación del 77 por ciento. Lo que fue muy traumático tanto a la población como a la clase gobernante (“Un presidente que devalúa se devalúa”, decía López Portillo), porque en 20 años el peso no se había devaluado. El modelo industrializador, sustitución de importaciones, a través del mercado interno, había llegado a su fin.
Con la explotación del Petróleo y su gran canalización hacia las exportaciones se olvidó del agotamiento del modelo industrializador, se le quiso resucitar, habían bastantes recursos. El Presidente se ufanaba: “había que prepararse para administrar la abundancia” Fue un sueño que nos despertó la elevación de las tasas de interés por los vaivenes financieros internacionales y la reducción del precio internacional del petróleo; consecuencia, en 1982 la economía entró en una profunda crisis, que obligó a firmar por primera vez una carta de buena conducta económica con el FMI Y ello dio pie a la llegada de los neoliberales y reorientar nuestro crecimiento económico por el lado de las exportaciones la demanda externa, a fin de jalar divisas que ya no daba ni el endeudamiento ni el mercado interno; de esta forma, todos los recursos a las exportaciones.
La crisis del petróleo hizo palpable que ya no se podía crecer como antes o así se nos hizo creer Entonces, sin más resistencia. Inicia el modelo exportador, encabezado por mentes brillantes de universidades extranjeras, llamados tecnócratas, la justificación: no hay otro camino, más que el propuesto, el de las exportaciones, a raíz de necesidad urgente de divisas. Sin embargo, una condición ineludible para tal escenario es la competitividad: hacer atractiva la mercancía tanto en precio como calidad. Para lo cual, es indispensable bajar costos: el salario es un costo y, entonces a bajar salarios; es decir, salarios reales Inicia de este modo una brutal pérdida del poder adquisitivo salarial que hasta la fecha persiste. Pese a los notables aumentos no se ha logado resarcir lo perdido en más 30 años.
Es este estilo de crecimiento, el que privilegia la creación de riqueza a través de las exportaciones trae consigo la precarización del trabajo y de este modo, el empobrecimiento de la población o lo que algunos estudiosos llaman, el crecimiento excluyente; además de la des industrialización que acarrea al concentrarse exclusivamente en las ventas al extranjero y olvidar a la industria. Crecer así (excluyente), llegó con los neoliberales, quienes para volverlo altamente eficaz exigen la anulación del Estado, piden libertad plena del mercado y ven la soberanía como algo meramente folclórico. Un atavismo cultural. Solo Como dato, en este periodo, la de los neoliberales, el salario mínimo perdió poco más del 70 por ciento Apenas, desde 2018 inicio su recuperación. En tanto, casi desaparece la industria textil mexicana, la industria juguetera, chocolatera y dañó a otros sectores como el azucarero. La apertura indiscriminada al mercado externo tuvo sus costo productivo, además del económico, como es el caso de devaluaciones constantes a fin hacer competitivas las exportaciones, pero también inflación lo que provoca elevadas importaciones de bienes de consumo duradero y cotidiano, como fue el caso, en los alimentos, conocida como comida chatarra y su consecuencia, afectación en nuestra salud: México junto con EU está entre los países más obesos del mundo y, en nuestro país, la diabetes se convirtió en una de las primeras causas de fallecimiento.
MORENA HACIA UN NUEVA FORMA DE CREACIÓN DE RIQUEZA (CRECIMIENTO) El desastre social que arroja el neoliberalismo y el estancamiento económico, está asociado férreamente con el desarrollo de su economía puesta en marcha sin consideraciones sociales, sino fundamentalmente económicas; es decir, el neoliberalismo como paradigma económico, es excluyente Queda la pregunta. ¿Cómo crecer, generar riqueza sin excluir generando pobreza? Aunque después digan: cuando se derrame el vaso, la riqueza les llegará a todos Ya pasaron ciento de años y no han cumplido su palabra.
CRECER SIN GENERAR POBREZA Esta ha sido la aspiración de todo crecimiento desde la izquierda. Complejo, porque va contra la ortodoxia económica: no se puede crecer sin sacrificios de los asalariados, de los pobres. Sin embargo, desde que Morena llega al gobierno nacional, establece una estrategia muy sencilla, lejos de todo paradigma económico clásico: “los pobres primero porque a todos nos conviene”; para lo cual, debe haber un enérgico programa de austeridad para bajar los gastos innecesarios derivados de la corrupción y el desperdicio; hacer que paguen impuestos quienes tengan la obligación de hacerlo, sobre todo, los grandes contribuyentes. Con el fin de generar grandes excedentes en el presupuesto público para darle dos destinos: el desarrollo social y crear condiciones para el crecimiento económico a través del gasto social y la inversión pública. El Presupuesto público se convierte en el vector tanto para saldar la deuda social y crear condiciones para el crecimiento económico.
Sin embargo, desde la ortodoxia económica el uso del déficit público es inflacionario y fomenta el endeudamiento al recurrir a deuda para financiar el déficit y con ello elevar tasas de interés impactando nivel de precios a la alza y presionados por la demanda efectiva, resultado del mayor gasto.
Por ello y bajo amargas experiencias de gobiernos progresistas que fueron “tumbados” o perdieron elecciones al no poder controlar la inflación o bien, la estimularon al tener un gasto excesivo Por ello, el gobierno de Morena en nuestro país tuvo siempre el cuidado de no incurrir en gasto desordenado sin fundamento productivo Si algo distinguió al gobierno del Compañero Andrés Manuel López Obrador, fue la disciplina financiera.
Esta disciplina se reflejó en la conservación de superávit primario en los 6 años de gobierno del Presidente AMLIO En este año que se fue, hasta octubre, el superávit mencionado , fue $746,921 millones. Es decir, siempre procuró menores egresos respecto a los ingresos, sin contar los egresos por el servicio de la deuda. Si se gastó en construcción de infraestructura como nunca antes Ya lo dijo el ex Presidenta Amlo, “en 2018, 500 mil millones de inversión pública en 2023, doblamos esa inversión, al ser de un billón, para construir trenes aeropuertos carreteras 100 mil hectáreas de riego, por el bien de todos, primero los pobres” V Informe de Gobierno.
Como se aprecia, se cumple una condición del Modelo de Crecimiento de la IV T, austeridad y honestidad, para poder gastar en bien del país sin caer en indisciplinas financieras y con ello, combustible para la inflación.
En cuanto gasto social, en el sexenio inmediato anterior; en forma acumulada, se gastaron 2.9 billones de pesos. Para ejemplificar, en 2024, el gasto social ascendió a 741,195 millones de pesos; en tanto, en 2019, cuando empezó el sexenio, apenas se gastaron 320,569 millones de pesos Un incremento del 131 por ciento del último año respecto al primero.
Mayor gasto tanto en crecimiento como en gasto social sin que hubiera inflación, la cual en 2024, apenas fue de 4.76 por ciento, está en un rango controlable. Asimismo, aprovechamos, la politica salarial de nuestro expresidente rompe el mito de que aumentos salariales elevan la inflación, en su gobierno, el salario se elevó nominalmente 183 por ciento y la inflación no se desató. El aumento al SM empujó a los otros salarios con lo que se verifica la hipótesis de que en el crecimiento de la IV Transformación es factible una distribución del (la que da entre salarios y ganancias) sin incurrir en inflación y redistribución del ingreso (la que se da a través del gasto social).
Asimismo. si bien es cierto, la asunción al gobierno del compañero Andrés Manuel López Obrador se le dio preferencia a la demanda interna, la externa también creció. No se cayó en dogmátismos paradigmáticos: calcamos un paradigma negando el otro. No, se trató, como las abuelas decían: “la mejor moda es la que te acomoda” El gobierno de la IV no se casó con paradigma alguno. Este gobierno aprovechó la dinámica de la demanda externa Y vaya que lo hizo, en los seis años se mantuvo un superávit en la balanza comercial; en tanto en la cuenta corriente, en los dos primeros años registro un superávit, no así en los años 2021, 2022, 2023; sin embargo, en este último, se da una franca tendencia a la baja, iniciada desde 2023, 68 por ciento menor respecto al año anterior. Ya en 2024, el superávit en Cuenta Corriente fue de 0.2 por ciento respecto al PIB. En este gobierno se rompió la práctica de que un déficit en balanza comercial se solventaba con un superávit en la Cuenta Corriente a partir del creciente endeudamiento externo. En este caso, se solventó fundamentalmente con Inversión Extranjera Directa, se rompió record en la entrada de capitales para la creación de activos, hasta el primer trimestre de 2024 la IED llegó $185,300 millones de dólares, un alza de 6.3% comparado a la registrada en igual periodo en el gobierno de Peña Nieto.
Pese a la demonización que se ha hecho de este gobierno desde la derecha, hay confianza en él por parte de los inversionistas extranjeros.
El modelo de desarrollo de la Cuarta Transformación de este modo, cierra la pinza en cuanto los determinantes del crecimiento tanto de la demanda interna como externa. La Economía Moral, por no decir exitosa, ha respondido con gran satisfacción a la necesidad de crecer sin generar pobreza Por cierto, una verdad ya muy sabida, en este sexenio, se alejó de la pobreza a más de 5 millones de mexicanos, algo no visto en sexenios anteriores; en tanto, en generación de empleo; en el gobierno del compañero AMLO, se crearon un promedio de 1.1 millones de puestos de trabajo, 30% más respecto al gobierno anterior.
De esta manera, se crearon las mejores condiciones productivas para superar la pobreza: empleo y mejores ingresos. La pobreza laboral urbana se redujo en 2.6; en tanto la rural, en 1.4 por ciento. La precarización de la fuerza de trabajo se detuvo e inició su reversión. Se demostró que si se puede: crecer sin generar pobreza